El poder de la familia

Por norma general, la familia tradicional china se basaba en la jerarquía y el patriarcado, siendo la mujer, al igual que en muchas otras culturas, la figura más oprimida. Una familia adinerada podía estar conformada por hasta cinco generaciones que habitaban en la misma vivienda, compartiendo presupuesto y obedeciendo a una única figura masculina dominante (normalmente el hombre más mayor); mientras que las de menos recursos juntaban hasta tres generaciones, normalmente con la familia del marido.

Retrato de la familia china en el siglo XVII

Retrato de la familia china en el siglo XVII

La familia es una institución cuya fuerza permitió a la cultura perdurar en el tiempo, aunque arrastrando los valores del pasado, sólo adaptados (nunca cambiados o suprimidos) a las nuevas condiciones de la sociedad. Tras la Revolución de 1949, el Partido Comunista atacó a la familia tradicional proclamando la igualdad entre sexos y personas de todas las edades; aboliendo el patriarcado, el pago de una dote y los matrimonios pactados; permitiendo el divorcio en igualdad de condiciones; e imponiendo, en definitiva, un nuevo modelo de familia “basado en derechos individuales igualitarios” (Botton: 2007). A pesar de todo, seguía existiendo el control por parte de las instituciones gubernamentales, que durante la Revolución Cultural, utilizaban este poder para castigar o beneficiar a las personas por razones políticas.

A partir de 1979, comienza una gran crisis familiar asociada a la supresión de las comunas en el campo, por el que cada familia debía cuidar un terreno, y “comienzan las campañas de hijo único con varios objetivos; reducir el número de nacimientos, liberación de recursos para la posterior incorporación de la mujer al mercado laboral y mejora de su salud” (Cano, Santos: 2012). Así, las familias empiezan a ser cada vez más presionadas a tener hijos varones que pudieran trabajar en el campo y ocuparse de sus padres durante su vejez (puesto que las mujeres ocupaban cargos que no eran pagados), lo que sumado a la nueva ley produjo una situación social insostenible por la que las hijas femeninas eran maltratadas, abandonadas o asesinadas. Más tarde esta medida de control de la población tomaría una nueva vía, “incrementando la edad mínima de matrimonio de 20 a 22 años para los varones y de 18 a 20 para las mujeres” (Botton: 2007).

Pareja china vestida con trajes tradicionales

Pareja china vestida con trajes tradicionales

En los años 90 se produjeron grandes reformas (asentadas en otras realizadas con anterioridad) que permitieron que aumentase el nivel adquisitivo de la gente y surgiese la economía privada que permitiría la creación de nuevos negocios familiares. Además, hoy en día el Estado ya no interfiere en el matrimonio ni la familia, aunque siguen persistiendo muchos de los valores más conservadores de la tradición china. Sin duda, como afirma Flora Botton en su artículo sobre la familia china,”las diferencias entre ciudad y campo, el desarrollo desigual entre zonas geográficas y la disparidad de ingresos en una economía cada día más abierta tienen repercusiones en la institución familiar”.

Sin embargo, es cada vez más notable que la globalización está empezando a alcanzar todos los puntos del planeta, también el continente asiático y al país que nos ocupa, puesto que los valores occidentales (también los asociados a la familia) están influenciando cada vez más sus costumbres y tradiciones. Botton lo explica claramente cuando dice que “la información a través de la televisión y de internet sobre estilos de vida y maneras de pensar diferentes ha provocado un cambio de actitudes, valores, normas y conductas sobre todo entre los jóvenes, quienes en muchos casos entran en franca confrontación con los miembros mayores de la familia”. Queda claro que estamos siendo testigos en la actualidad de la evolución que está experimentando esta institución en China y que probablemente tenga mucho que ver con los efectos de la globalización, de los que no se libra nadie.

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